jueves, 5 de marzo de 2009

Actividad física e hipertensión

La actividad física tiene un efecto preventivo del desarrollo de hipertensión arterial. Cuando ya se ha instalado esta dolencia o en sus etapas previas o borderline (prehipertensivas) la actividad física tiene efecto terapéutico y está directamente indicada en los casos de hipertensión arterial leve a moderada en tratamiento. Sin embargo está contraindicada en la hipertensión severa, esto es cuando los valores en reposo alcanzan los 200 mmHg de presión sistólica y 110 mmHg de presión diastólica.
En los pacientes con hipertensión, así como en ciertos pacientes con enfermedades cardiovasculares, está recomendada la rehabilitación cardiaca que consiste en un programa a largo plazo, el cual incluye una evaluación médica previa, entrenamiento físico, educación y consejos en relación con la reducción del riesgo coronario, cambios del estilo de vida y modificación de ciertas conductas.
Para cumplir esos objetivos, es fundamental mejorar el estado fisiológico y psicosocial del paciente. En ese sentido los esfuerzos deberán dirigirse a crear hábitos en relación al ejercicio; modificar los factores de riesgo, mejorando el nivel lipídico (colesterol, triglicéridos); mantener o disminuir el peso corporal a valores saludables; mantener en valores adecuados los niveles de glucemia; y el control del tabaquismo. Por supuesto que en estos pacientes el objetivo principal consistirá en disminuir y mantener los niveles tensionales en valores considerados normales, esto es por debajo de 140/90. También y como metas psicosociales se busca disminuir o evitar el estrés, la ansiedad y la depresión.
Beneficios del entrenamiento físico:
1.- Mejora la tolerancia al ejercicio de manera segura y sin efectos adversos, si la actividad se mantiene a lo largo del tiempo la mejoría se vuelve permanente.
2.- Mejora en relación a los síntomas y disminución de los valores de tensión arterial. En efecto, el entrenamiento disminuye tanto los valores de presión sistólica como diastólica en reposo en hipertensos leves y moderados. Esto hace que el requerimiento farmacológico sea menor. Claro está que la actividad física no reemplaza a la medicación en los casos en que ha sido indicada por el médico tratante.
3.- Mejora de los niveles lipídicos. Esto es, disminuye los niveles de triglicéridos y de colesterol malo (LDL) y eleva el de colesterol bueno (HDL). También debemos aclarar que este efecto está relacionado a la actividad que se realiza a lo largo del tiempo y no reemplaza a la medicación prescripta por el médico ni a al adecuado control nutricional.
4.- Además, disminuye la frecuencia cardiaca como reflejo de una menor actividad nerviosa simpática, aumenta las prostaglandinas vasodilatadoras y mejora la sensibilidad a la insulina.
Sabemos positivamente que la vida sedentaria aumenta a más del doble el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular y éste disminuye en igual proporción en la medida que aumenta la actividad física continua. Las mismas conclusiones son aplicables a los pacientes con hipertensión arterial, pues se ha comprobado que los individuos hipertensos sedentarios tienen un riesgo tres veces mayor de desarrollar un ataque cardiaco, que los hipertensos activos.
La actividad física aeróbica es una de las principales indicaciones en el tratamiento no farmacológico de pacientes hipertensos. Se ha demostrado que con la práctica regular de ejercicios aeróbicos (son suficientes 30 ó 40 minutos de caminata a paso vivo, 3 ó 4 veces por semana), se pueden reducir significativamente los valores de tensión arterial.
Con la práctica de actividad física isotónica, progresiva y sistemática, de 20 minutos diarios, se ha observado una disminución de la mortalidad por causa cardiovascular de un 30%. Por el contrario, individuos sedentarios normotensos tienen entre un 20% y un 50% más de riesgo de desarrollar hipertensión arterial, cuando se los compara con aquellos que se mantienen entrenando. El ejercicio vigoroso isométrico eleva poderosamente los valores de tensión arterial sistólica mientras que el isotónico la eleva inicialmente para posteriormente reducirla. Por tanto, este es el tipo de ejercicio a recomendar a los hipertensos junto a las demás recomendaciones nutricionales antes referidas.
Finalmente, cabe destacar que el sueño y la relajación son los principales factores normalizadores de la presión arterial, por lo que el reposo, junto a otras técnicas de relajación pueden ayudar a disminuir las cifras tensionales.
En ese sentido, está especialmente recomendada la práctica de yoga y el respeto de las horas de un mínimo de ocho horas de sueño diarias.

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